¿Cómo trabaja un carro de hidrógeno de pila de combustible?

Se cree que la movilidad del futuro será 100% eléctrica, aunque con un modelo de propulsión muy diferente al de los carros eléctricos que podemos encontrar actualmente en el mercado. Aunque en los últimos años hemos visto el despegue de los vehículos híbridos y los primeros pasos serios para consolidar la movilidad cero emisiones mediante modelos enchufables, los expertos indican que será el hidrógeno la tecnología que se impondrá a largo plazo por sus innumerables ventajas respecto a los eléctricos actuales.

No en vano, el hidrógeno acaba de un plumazo con dos de los principales problemas de estos vehículos, como son la escasa autonomía y los prolongados tiempos de carga. Y es que un carro de hidrógeno como el Toyota Mirai, de reciente llegada al mercado, puede superar los 500 kilómetros de autonomía y llenar el depósito de este combustible en apenas tres minutos. Otra de las grandes ventajas es que no necesita baterías pesadas, ya que no es necesario almacenar grandes cantidades de electricidad para asegurar su funcionamiento. Además, sólo emite vapor de agua.

A pesar de estas ventajas, el carro de hidrógeno aún tiene que sortear algunos obstáculos para convertirse en una alternativa real a los modelos tradicionales. El principal inconveniente está relacionado con la red de suministro, ya que actualmente sólo operan en España cuatro puntos de repostaje de hidrógeno, una cantidad a todas luces insuficiente y que contrasta con las más de 10.000 gasolineras que conforman la red española de estaciones de servicio. Si tenemos en cuenta la lentitud con la que avanza esta tecnología y que montar una hidrogenera cuesta entre 800.000 y un millón de euros, cifra a la que tenemos que sumar otros 80.000 euros anuales en mantenimiento, todo parece indicar que la explosión de este tipo de movilidad no tendrá lugar hasta dentro de varios lustros.

Otro de los grandes obstáculos de estos vehículos es su precio de compra, muy superior al de los eléctricos actuales. Siguiendo con el mismo modelo como referencia, el Toyota Mirai supera los 65.000 euros en su versión de acceso, mientras que podemos encontrar eléctricos como el Nissan Leaf o el Renault Zoe por poco más de 20.000 euros.

La pila de combustible

Cuando hablamos de carro de hidrógeno hacemos referencia al carro eléctrico de pila de combustible, ya que también existen vehículos con motor de combustión interna alimentados por hidrógeno, una tecnología claramente en desuso. En este último caso, el vehículo inyecta este combustible en el interior de la cámara del cilindro en lugar de gasolina para realizar la explosión mediante una chispa y generar el movimiento lineal del pistón, que más tarde se convertirá en rotativo gracias a la acción del cigüeñal.

Esta primera aproximación a la movilidad mediante el uso de hidrógeno está siendo desplazada por otra mucho más eficiente y limpia, en la que todo gira en torno a una pila de combustible. Por este motivo estos vehículos son conocidos por las siglas FCEV (‘fuel cell electric vehicle’), acrónimo en inglés de ‘vehículo eléctrico de pila de combustible’.

Esta pila, también conocida como celda o célula, es un dispositivo electroquímico de un diseño extremadamente complejo, aunque su funcionamiento es muy sencillo. Esta unidad se encarga de recibir un flujo continuo de hidrógeno y oxígeno y, mediante una serie de reacciones químicas, lo convierte en energía eléctrica para alimentar el circuito externo que se encargará de mover el vehículo. Esta energía eléctrica puede transmitirse directamente al motor o, en caso contrario, puede almacenarse en una batería para su posterior utilización. Gracias a este componente, los carros de hidrógeno con pila de combustible no necesitan recargar las baterías previamente, como sí ocurre en los carros eléctricos actuales, ya que la electricidad necesaria para su funcionamiento se genera sobre la marcha.

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